Mientras los gobiernos
populares de Latinoamérica mascan el polvo del terremoto organizado por las
castas empresariales, Estados Unidos despliega su política en pos del progreso
y la prosperidad económica en la región. Son tiempos violentos para un
continente que sufre el ajuste y el avasallamiento de la oligarquía que tantos pesares
provocó.
Ilustración de Germán Pasti
Hace apenas algunos años, el
común denominador de América Latina era la soberanía y la conquista de derechos
sociales. Los pueblos de Argentina, Cuba, Brasil, Nicaragua, El
Salvador,Bolivia, Ecuador, Venezuela y de toda la Patria Grande avanzaban hacia
el paradigma del Estado presente y la justicia social. “Qué tiempos aquellos”,
diría alguno por ahí. Tiempos en los que todas y todos podían acceder a mejorar
su calidad de vida, con políticas de Estado que apuntaron a rescatar los
recursos naturales y los servicios públicos. Los pueblos lograron recuperar lo que el neoliberalismo
se había llevado. Sin embargo, la actualidad es otra. Tan distinta es que hoy
se vuelve a discutir el rol de aquel Estado presente.Tan diferente, que
asusta a algunos que a capa y espada lucharon por una sociedad más justa y
distributiva. Ante el fantasma del opresor, el imperialismo vigila desde el
norte.
Vastos ejemplos se pueden
encontrar en los últimos tiempos donde América Latina parece caer de nuevo en
la trampa del dominado. Tanto Brasil como Venezuela sufren un “golpe blando”
que pone en jaque a la democracia. Por su parte, Bolivia también fue condenada
por el embate mediático con su discurso hegemónico y logró que la ciudadanía le
diga No a Evo Morales en su referéndum. Aunque algunos crean que en Argentina
fue distinto, ya que aquí la oligarquía desembarcó en la Casa Rosada mediante
el voto popular, bien se sabe que Cristina Fernández de Kirchner tuvo que
lidiar con los sectores de poder concentrando dueños del país.
Un caso que merece minuciosa
explicación es el de Cuba, que en los últimos meses recibió la visita de Barack
Obama. En marzo de 2016, el presidente norteamericano mantuvo un encuentro con Raúl
Castro en el Palacio de la Revolución, con el fin de levantar el embargo que
rige sobre la isla. Durante el cónclave, el mandatario de Estados Unidos se
declaró a favor de "olvidar el pasado y mirar el futuro".Sin embargo,
días después Fidel Castro reflexionó:"No necesitamos que el imperio nos
regale nada. Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es nuestro
compromiso con la paz y la fraternidad de todos los seres humanos que vivimos
en este planeta".
En 2015, el presidente
venezolano Nicolás Maduro destacó que “la Revolución en la región ha ido
adquiriendo dimensiones continentales, porque defiende el derecho y la
independencia de los pueblos”. Asimismo, añadió que los pueblos de América “tienen
derecho a defender a sus líderes y a luchar por su independencia y su autodeterminación”.La
puja de intereses en este nuevo contexto internacional circunscribe al nuevo
enemigo. Si bien cada país tiene su propia coyuntura política y social, la
discusión debe apuntar a de dónde nacen los ataques y quiénes los originan. El afán del norte por digitar
las democracias del sur vuelve a la región para quedarse.
El neoliberalismo que tantos
pobres cosechó en décadas pasadas necesita conquistar la región para saciar sus
necesidades internacionales. Estados Unidos tras la crisis del 2008 debe buscar
nuevos horizontes para desarrollar sus políticas expansivas de dominio
territorial. Es aquí donde América Latina vuelve al ruedo.
Eduardo Galeano en su cuento
“El mundo al revés” expone “Vivimos en un mundo depredador, pero creo que por
lo menos tenemos el derecho a elegir la salsa con la que seremos comidos. Dicen
que estamos en un mundo democrático, y me pregunto hasta qué punto seremos
democráticos si la soberanía se ha convertido en objeto de museo”. Sin
dramatismo ni dogmatismo, es inminente tomar partido y elegir quiénes deben
manejar el timón de los países soberanos.
Nos encontramos ante un
nuevo desafío: ¿quiénes son los verdaderos verdugos del pueblo?“El
neoliberalismo es el puñal de ese crimen perfecto que es el capitalismo”, sostuvo
días atrás Víctor Hugo Morales.Víctor Hugo señaló también que “en el mundo el
63% de la corrupción es de los bancos y el sistema financiero, alrededor de un
30% es de delitos conocidos como el narcotráfico y sólo el 3% es corrupción
pública”.El poder subyacente ejercido por los grandes grupos económicos y los
medios de comunicación alineados a las políticas de Estados Unidos son los
protagonistas principales de esta etapa.
Los
golpes blandos
No parece casualidad hablar
de “golpes blandos” en América Latina. En estos tiempos es más una causalidad
este fenómeno que azota a la región. Hace algunos años, el politólogo estadounidense Gene Sharp, autor de
“De la dictadura a la democracia”, postuló 198 métodos para derrocar gobiernos
mediante “golpes suaves”. De este modo, describió una serie de medidas que van
desde el debilitamiento gubernamental hasta la fractura institucional. Sharp
enfatizó la estrategia de “acción no violenta” como herramienta principal para
la destitución de gobiernos democráticos. “La naturaleza de la guerra en el
siglo XXI ha cambiado, ya que nosotros combatimos con armas psicológicas,
sociales, económicas y políticas", agregó el escritor.
El concepto “golpe blando”
tomó fuerza gracias a los acontecimientos dados al sur del continente. Varios
escritores y analistas hicieron eco en este tema que preocupa a la región. Se
denomina golpe de Estado blando, suave o encubierto al uso de un conjunto de
técnicas conspirativas no frontales, con el fin de desestabilizar un gobierno y
causar su caída, sin que parezca que ha sido consecuencia de la acción de otro
poder. Las modas pasan, pero las costumbres quedan.
Para el periodista argentino
Luis Bruschtein, un golpe blando consiste en “travestir a una minoría en
mayoría, amplificar sus reclamos, crispar las controversias y enfrentamientos y
desgastar a la verdadera mayoría que gobierna, hasta hacerla caer por medio de
alguna farsa judicial como fue en Honduras, o parlamentarista, como en Paraguay
o forzando una intervención extranjera como se pretende hacer en
Venezuela".De acuerdo con Sharp, la estrategia de un golpe blando puede
ejecutarse a través de cinco etapas jerarquizadas o realizadas de manera
simultánea. Entre ellas el cabalgamiento de los conflictos y promoción del
descontento, como así también la promoción de factores de malestar: desabastecimiento,
criminalidad, manipulación del dólar, lockout patronal y denuncias de
corrupción sin sustento real.
Se pueden nombrar distintos
líderes políticos que han denunciado y sufrido esta nueva modalidad, como Lula y
Dilma en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Cristina Fernández de Kirchner de
Argentina, y Nicolás Maduro de Venezuela.Rafael Correa advirtió que las
desestabilizaciones planificadas vienen desde el extranjero: “Ya no son golpes
militares, ahora es el boicot económico, la manipulación informativa. Son
opositores concretos que movilizan e infiltran en las manifestaciones a gente
violenta para después acusar al Gobierno”.Mientras el presidente demócrata
Barack Obama pasea por la región estrechando lazos para consolidar un próspero
futuro para los habitantes del cono sur, los buitres acechan a los gobiernos
con la ayuda inclaudicable de los grupos de poder concentrado. El mercado
necesita volver a regular las economías nacionales.
Los presidentes cambian,
pero Norteamérica hay una sola. El objetivo del norte es instalar mundialmente un capitalismo liberal
fundamentalista e integrista aplicado a las personas, a los países y a las
sociedades en provecho de unos pocos. El analista político
FinianCunningham afirmó, en un artículo para RT, que Estados Unidos necesita
volver a tener un rol activo en el continente y que “una cálida relación con
Argentina da a Washington la oportunidad de pulir su imagen deteriorada". El
dicho popular “hazte fama y échate a dormir” empaña las razones del norte con
el sur. Es por ello, que la creciente preocupación es admisible. El enfoque
empírico muestra la cruda realidad en la que estamos inmersos.
Ya hace algunos años,
Eduardo Galeano aseveró, en una entrevista de la Revista Al Margen, que
“América Latina es una región del mundo que trabaja al servicio de otra. No hay
ninguna riqueza inocente: toda riqueza se nutre de alguna pobreza”.Es
primordial que las naciones elaboren políticas propias, equivocadas o no, pero
propias. La patria no la crea el de afuera sino que se fortalece desde adentro.
El sistema democrático que defendemos a diario así lo plantea. El pueblo vota
como también se equivoca, pero siempre con potestad. Cada país debe tener la
oportunidad de elegir las reglas de juego sin recetas ni explicaciones de
exportación.
La solución frente al
capitalismo, según el filósofo Herbert Marcuse, es "despertar y organizar
la solidaridad en tanto que necesidad biológica para mantenerse unidos contra
la brutalidad y la explotación humanas". Como dijo, el libertador José de
San Martín “Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto, no
defenderla”. No sorteemos lo que supimos conseguir.
Por Diego María Gallardo
diegomariagallardo@gmail.com